Erika García / Prensa MinSalud.- Cada 25 de septiembre, el mundo se detiene para honrar a un pilar fundamental de la salud pública: el farmacéutico. En Venezuela, esta fecha cobra un significado aún más profundo, pues no solo celebramos a un profesional, sino a un verdadero héroe cotidiano que se ha convertido en el faro de esperanza para miles de familias.

Olvídese del estereotipo del farmacéutico que solo dispensa medicinas. En el contexto venezolano, este profesional es un científico, consejero y, a menudo, la primera línea de defensa cuando la salud flaquea. Con bata blanca y una sonrisa, se convierten en confidentes, en la voz que calma la angustia y en la mente experta que orienta sobre el uso correcto de un tratamiento. Su profesionalismo no es improvisado; es el resultado de años de rigurosa formación en farmacología, química y salud pública.

En un país con retos únicos, la farmacia venezolana ha demostrado una fortaleza inigualable. Frente a circunstancias complejas, los farmacéuticos han mostrado una resiliencia admirable, transformando cada desafío en una oportunidad para servir.

«Muchas veces la gente entra con desesperación, buscando una medicina que no tenemos», comenta Angie Hidalgo, estudiante de farmacia. «Nuestro trabajo es encontrar una solución, bien sea orientando a la persona a un lugar donde pueda encontrarla o sugiriendo alternativas seguras con el médico tratante. Lo importante es no dejar a nadie sin una respuesta».

Esta capacidad de adaptación, de encontrar una luz en la oscuridad, es lo que define al farmacéutico venezolano. Han forjado alianzas, optimizado inventarios y, lo más importante, han mantenido su compromiso inquebrantable con el bienestar de sus pacientes, demostrando que su vocación de servicio es más fuerte que cualquier adversidad.

Más de tres décadas dedicadas a la salud

Con una sonrisa que refleja la experiencia y la vocación, la licenciada Zulay Cequea, farmacéutica con más de 33 años de servicio, nos abrió las puertas de su mundo en Farmapatria. Su testimonio es un eco de la realidad que viven muchos profesionales en el país: una vida dedicada a la atención y el cuidado de la comunidad.

«Para mí, ser farmacéutica es una gran labor, es un honor atender al pueblo», expresó con convicción. En cada palabra, se nota la pasión de quien ha visto a generaciones crecer, a familias recuperarse y a la comunidad fortalecerse gracias a un servicio de salud cercano y humano.

Zulay no solo despacha medicinas; ella brinda una mano amiga, una palabra de aliento y la orientación experta que solo los años de experiencia pueden dar. Su rol es un claro ejemplo de que el farmacéutico es un profesional integral, un pilar de la salud en el barrio, en la comunidad.

Un llamado a las nuevas generaciones

Con la mirada puesta en el futuro, Zulay hizo un llamado especial a los jóvenes, a la población estudiantil que aún no decide su camino. «Invito a todos los jóvenes a cursar esta carrera; es una vocación de servicio y una oportunidad de ayudar al pueblo y a la comunidad».

Su mensaje va más allá de un simple consejo; es una invitación a sumarse a una profesión que, a pesar de sus retos, ofrece la inmensa satisfacción de hacer una diferencia real en la vida de las personas. «Ser farmacéutico es servir, es ser la primera puerta de entrada a la salud», añadió, enfatizando el valor humano de esta noble carrera.

El testimonio de Zulay Cequea es un recordatorio de que, en medio de las dificultades, la vocación y el compromiso son las fuerzas que mueven a los profesionales de la salud en Venezuela. Su dedicación es un faro para los que ya están en el camino y una inspiración para las futuras generaciones que buscan una profesión con un propósito real.

La labor de estos profesionales se ha convertido en asesores de salud pública, promoviendo la vacunación, educando sobre la importancia de la prevención y sirviendo como un punto de información vital para la comunidad. Son el eslabón entre el médico y el paciente, asegurando que la prescripción se cumpla de forma segura y eficaz.

En el sector industrial, garantizan que los medicamentos que llegan a nuestros hogares sean seguros y eficaces, mientras que en la investigación, muchos se dedican a la búsqueda de nuevos fármacos que puedan cambiar vidas.

En este Día del Farmacéutico, la invitación es a reflexionar sobre su valioso rol. No los veamos solo como despachadores, sino como profesionales de la salud esenciales, cuyo conocimiento y dedicación son un activo invaluable para nuestra sociedad.

Es un momento para que, como país, reconozcamos la necesidad de políticas que fortalezcan el sector farmacéutico, invirtamos en la investigación y, sobre todo, demos el valor que se merecen a estos héroes anónimos.

Porque en cada caja de medicina, en cada consejo y en cada gesto de empatía, se esconde la labor incansable de un farmacéutico venezolano, un faro de ciencia y servicio que brilla con más fuerza que nunca.

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